sábado, 12 de diciembre de 2020

Lo feliz que me hace.

 Si algo quiero en este mundo es sentir Su olor en mi piel. 

A veces, después de muchos juntos, un fin de semana largo, un puente o unas vacaciones, además de Sus marcas, llevo Su olor en mi piel. No sé si alguien más puede notarlo, pero yo, como animalillo, me siento repleta de Él y me acaricio como lo haría con Su espalda cuando estoy a punto de quedarme dormida. 

Sentir Su presencia en mi cuerpo es una de esas emociones extrañas que solo dan la entrega y la sumisión. Es algo que me remueve por dentro y de lo que difícilmente puedo (quiero) deshacerte... Una de esas sensaciones que hacen que las emociones que provoca la D/s sean aún más intensas que las de cualquier relación, amor y pertenencia es una combinación adictiva. 

Estos días han sido especiales. Creo que no he pasado separada de Él más de tres minutos. Por tanto, he vivido en un estado de constante felicidad. Me gustan estos días en los que la vida se alinea para unirnos, para darnos tiempo, para detener un poco la locura de vida que solemos llevar a cuestas. 

Me ha hecho croquetas y ha estrenado su vergajo nuevo en mi culo. Cómo duele el condenado, pero marca tan bonito... Para variar, mi nalga izquierda es un cuadro y en la derecha apenas se aprecia el tiempo que Él le dedicó. Es algo que no puedo remediar, Él se esfuerza por igualar los azotes, las marcas, por extender Su dedicación hacia mi culo de manera equitativa y aunque reciban igual, tengo una nalga mucho más agradecida que la otra. 

Además, hicimos algo que no había hecho nunca y que me daba terror. El Domingo, con mi culo marcado de vergajo y vara (la vara que nunca falte) y los pezones doloridos después de haber sido catados por Sus dientes y las pinzas nuevas, me dijo que me pusiese un vestido fácil de quitar y el abrigo y me llevó a casa de Su amigo.

De todos Sus amigos Dominantes, éste me genera especial respeto porque es muy alto, muy serio y nunca sé cuándo está de broma, así que, cuando me vi en la puerta de su casa, le apreté la mano fuerte para sentirme segura y me pegué aún más a Él. 

-Vas a portarte bien ¿Verdad?

-Claro Amo- dije abriendo mucho los ojos y asintiendo. 

Él soltó una carcajada de esas que suelen escapársele cuando pongo una cara rara y llamó al timbre. Su amigo nos abrió y me puso en la mano un refresco mientras ellos charlaban. 

-Bebe un poco, para relajarte.

Dicen que cuando alguien está nervioso es bueno beber algo porque el cuerpo sabe que no va a morir deshidratado, sabe que no hay peligro y se relaja. 

Me tumbaron en la camilla desnuda, bocabajo y sentí como mi Amo me besaba los labios. 

-Vamos a ponerte agujas. Jairo me va a enseñar a hacerlo, pero de momento va a ser Él quien las ponga. 

Era mi primera vez pero también era la del Amo, y la idea de que aprendiera usándome a mí me llenaba de ilusión y felicidad. Jairo era un maestro y ya había enseñado a mi Amo varias cosas, pero era la primera vez que iba a practicar con un cuerpo humano, con el cuerpo que le pertenecía. 

Fue una sensación extraña. A mí las agujas no me han gustado nunca, pero me hizo muy feliz la situación, la confianza, la paz, la felicidad de mi Amo cuando terminamos. Ver su obra en todas las fotos que le hizo. 

Después nos fuimos a casa. mi Amo quiso que hablásemos de todo a solas y le dijo a Jairo que le debía una comida. Pedimos pizza pepperoni, abrió vino, comimos en la alfombra del salón y me mimó. Le cuidé, hablamos de todo y nos abrazamos tanto que aun hoy llevo Su olor en el pecho. 

Y le dije mil veces lo feliz que soy siendo Suya, pero creo que me quedé corta. Siempre me quedo corta. 

martes, 24 de noviembre de 2020

Animal

A veces se retorcía como un gato, por eso Él tenía que atarla para follarle el culo tranquilo, si no, sus movimientos le molestaban. 

Cuando estaba atada también se retorcía y entonces el la azotaba con la mano mientras la penetraba con más dureza aún. 

Horas antes la había metido en la ducha, como un fardo pequeño y charlatán. La había lavado con la esponja con pequeñas púas, esa que pinchaba y exfoliaba tan bien su piel. " Si es por tu bien" le decía cada vez que ella se quejaba. Después una ducha anal rápida. Eso también era por su bien claro... Era ella la que iba a limpiar la polla cuando saliese de su culo. Tres litros y medio estaba bien, era benevolente, otras veces, en un despliegue de generosidad gastaba hasta cinco en ella. 
Ahí, más que un gato, parecía una culebrilla, retorciéndose sobre sí misma. No le ponía tapón ni plug anal, le gustaba ver cómo ella aguantaba para Él, era parte de su tarea, aguantar hasta que Él se lo permitía. Así estaba limpia. 

Después, sobre la cama, habían jugado con la alta frecuencia... En secreto ella odiaba la alta frecuencia, le daba miedo el sonido y no le gustaba la sensación pero ¿Era acaso problema de Él? Dos o tres picotazos en su culo y ella se callaba, se calmaba, aguantaba la respiración. Después una bala de jengibre en el coño con un poco de cayena... Nada como un buen incentivo para lograr una mamada de calidad. Pero Él no quería correrse, cuando estaba lo suficientemente dura, pinzó sus pezones.

No la dejó lavarse aún y le dio un par de bofetones antes de decirle que agarrase la cadena que unía las pinzas con los dientes.

-Ay de ti cómo se te escape. 


Y entonces la agarró y la colocó al borde de la cama, para follarle el culo. Ella empezó a retorcerse como un gato, intentaba huir, le dolía, conscientemente no quería moverse, pero su cuerpo reaccionaba sin tenerla en cuenta. Por eso tuvo que atarla... Y cuando vio que no cesaba en su intento, sacó el gato de nueve colas y mientras le follaba el culo, le dio en la parte alta de la espalda. Ahora sí, montaba a una yegua... 

¿Cuantos animales puede imitar una perra en una sola tarde? 

Al final, como una zorra, se tragó la corrida y limpió la polla recién salida de su culo. 

martes, 3 de noviembre de 2020

Domingo al mediodia.

 Correrse 25 veces seguidas no siempre había sido fácil para ella... es más, durante mucho tiempo pensó que era imposible, pero ahora, raro era el día que no se corría al menos 7 u 8 a Él le gustaba mantenerla activa, que no perdiese la práctica y que se notase que hacía lo que quería con su propiedad. Incluso una vez había llegado a correrse simplemente porque Él se lo había dicho. 

Cuando Él le ordenaba que se corriese un número de veces determinadas y la dejaba sola, tenía un archivo de imágenes mentales a las que siempre recurría. Agarraba SU almohada para obtener su olor y con una mano acariciando su clítoris recordaba

Aquella mamada en la que Él la obligó a ahogarse con su polla mientras ella se corría. 

El día que la azotó con la vara y después la abrazó y su olor se quedó tanto tiempo en ella como las marcas en su piel. 

El primer día que se atrevió a darle un beso por iniciativa propia, sin que Él se lo pidiese. 

Aquel día que hizo que se corriese delante de todos sus amigos, varias veces seguidas. 

La conversación en la que ella descubrió que no había ahodando en sus propias fantasías. 


Muchas de aquellas escenas a las que ella recurría, se habían repetido más de una vez, pero en general había un detalle que las hacía especiales. Después solo tenía que darle la fuerza adecuada a sus dedos y encadenar orgasmos. Repetirse que ella solo tenía que obedecer a su dueño, que las propiedades solo obedecen y cumplen con lo que se les ordena... y, generalmente de cinco en cinco, conseguía correrse el número de veces que Él le hubiese ordenado. Algunas veces tan fuerte que tenía que morderse el brazo o los labios para no hacer ruido, como Él le había ordenado antes de irse. 

Llegar a los 25 era quedar exhausta, las piernas le temblaban, no sentía los dedos, le dolían las muñecas y no podía parar de sonreír. El apareció en el cuarto:


-¿Cómo vas?

-Ya terminé mi ofrenda, Amo. 

-¿25? ¿Sin gritos?

-Si, Amo. 

-Bien. Otros cinco. 

Ella sabía que eso iba a suceder. siempre sucedía. Esta vez no le hicieron falta imágenes mentales, la sonrisa de su Amo al decírselo le había bastado y Él seguía ahí. Se empezó a tocar con fuerza:

-Vamos puta, que te he dicho que te corras, obedece... qué obedezcas.- dijo, dándole un azote en el muslo. 

Ahí se corrió, las otras cinco veces, le tembló la cabeza y se dejó llevar. 

Cuando Él la vio correrse desapareció. Volvió con un vaso de agua. 

-¿Ya?

-Si Amo. 

-¿Los cinco?

-Si Amo, gracias Amo. 

Él se sentó en la cama y la besó en la frente. 

-Pues ve a lavarte que vamos a salir. 

Ella cerró un poco los ojos, aún estaba algo mareada. Se agarró al cabecero y se incorporó. 

-No no, espera a sentir las piernas, a ver si te vas a caer y encima vas a fastidiarnos el aperitivo. 

Se metió en la ducha con cierto temblor aún en las piernas. Soñaba con un vermú al sol. Al salir Él la llamó. Fue al dormitorio aún con la toalla puesta, no sabía que tenía que ponerse. Sobre la cama un vestido azul con la falda de vuelo y el cinturón de castidad, que la limitaba más por el hecho de no poder ir a mear que por la castidad en si misma, ella solo se corría con una orden de su Amo. 

Él la ayudó a colocárselo después de darle una oportunidad más para mear y tras eso se vistió, se maquilló un poco y salieron. Fueron a tapear algo con unos amigos y Él decidió que comerían en la calle en vez de volver a la casa. Ella controlaba, dentro de las posibilidades que su Amo le daba, la cantidad de bebida que tomaba, pero cada vez resultaba más dificil. Un vermú y una copa de vino con la comida, un vaso de agua que su Amo había pedido para ella con el café y el chupito que el dueño del local ofreció. 

Cuando llegaron a casa Él se sentó en el sofá. 

-Amo ¿Me permitiría quitarme el cinturón para poder ir a mear?

-¿Ya tienes ganas? 

-Si Amo, por favor. 

-Te dejo elegir: puedes quitártelo ya y cambiarlo por las pinzas japonesas o esperar a que a mi me apetezca que te lo quites y correr el riesgo de mearte mientras me la chupas. 

-Espero a que a usted le apetezca, Amo. - dijo ella, pensando en el terror que le daban las pinzas japonesas. 

-De acuerdo, trae las pinzas normales. 

Erytheia palideció, no contaba para nada con eso... 

-¿Qué te pasa en la cara?

-Es que no es justo, Amo... 

-Si querías justicia haberte metido a abogada y no a sumisa. Tira a por las pinzas. 

-Si, Amo. 

Con las pinzas en los pezones, que su Amo le había colocado sin masajearlos antes porque ella era una bocazas, se la chupó durante mucho rato, al menos 40 minutos sin parar, con las babas por toda la cara y tirones en los pezones que Él le daba a cada rato. Tardó muchísimo en correrse y tuvo una corrida super abundante que a Ery le supo a merienda y gloria bendita. El semen, cuando gusta, gusta mucho. 

-Venga, trae las llaves, que te voy a dejar mear antes de que me manches algo

Y así empezó la tarde del domingo. 

domingo, 1 de noviembre de 2020

Domingo

 Los domingos por la mañana son su día favorito de la semana, que, si tenemos en cuenta que odia los domingos por la tarde, resulta una paradoja. Pero tiene su explicación, los domingos por la mañana amanece a su lado... o a sus pies... pero lo primero que siente al despertarse es Su olor, huele a fresco, siempre, huele a hogar. Es el único día de la semana en el que Él no sale a correr por las mañanas y por tanto el único día en el que ella se despierta y Él sigue en la cama. Le gusta acariciarlo con un dedo en el costado, muy suave, sin que Él pueda notarlo. Se levanta y aún descalza y desnuda pone la cafetera. 

Realmente, cada rato junto a Él se convierte en su favorito. Los días que pasan juntos, días completos y no solo en los que se ven a ratos sueltos entre obligaciones laborales, ella los tacha en el calendario con forma de corazón, distinguiéndolos de los días normales, si alguien abre su calendario a final de año, puede contar los días en que a ella se le ha salido el corazón del pecho de felicidad, porque ese es su estado cuando Él está cerca.

Prepara el café, corta fruta, deja todo listo para preparar el desayuno rápido cuando Él se lo pida y luego se asea para Él... no está muy segura de si Él se ha dado cuenta de que cuando duerme a su lado se pone dos gotas de colonia antes de entrar en la cama y por las mañanas igual. Y Con todo preparado y caliente, vuelve a la cama.

 A veces Él está ya despierto y al notar como apoya de nuevo su cabeza en la almohada le guía la cabeza... a veces a la boca para besarla, a veces a la polla para que lo despierte como merece. Otras veces Él sigue durmiendo y ella se acurruca en su costado, por debajo de Él.

Cuando Él se despierta siempre hay un momento, antes del café, en el que ella le hace una mamada. Las mamadas de Buenos días tienen que ser distintas a las de buenas noches. Tienen que empezar despacio y acabar con fuerza, ella tiene que demostrar más que nunca todas las horas que lleva anhelando ese momento. No le cuesta demasiado, se siente ansiosa por hacerlo y en las raras ocasiones en las que eso no sucede, cuando empieza, se siente tan en su sitio que en pocos segundos está disfrutando como siempre, de su espacio, su momento, su lugar.

Cuando acaba y le limpia, le lleva el café a la cama. Mientras Él lo saborea ella prepara el resto del desayuno. Lo lleva a la mesa y cuando está listo le pregunta si desea levantarse ya o si por el contrario prefiere esperar. Si Él prefiere esperar ella deja las tostadas guardando calor en el horno. 

Cuando Él decide levantarse a desayunar ella le sirve y si Él se lo permite, desayunan juntos. Hoy Él le ha dado de comer de su mano mientras ella estaba de rodillas a su lado. Eso le eriza la piel y le despierta el coño. 

Él lo sabe y le abofetea un par de veces. 

-Estamos desayunando, puta. 

Ella baja la cabeza y abre las piernas bien, recuperando la postura, pero a la vez nota como su coño chorrea aún más. 

Cuando Él termina ella lo recoge todo y al acabar lo escucha:

-Perrilla ven aquí... Ponte ahí, a cuatro patas. ¿Te has mojado en el desayuno?

-Un poco, Amo. 

-Espero que no, porque, si estás mojada, te voy a dar 20 varazos. 

Él la toca, sabiendo de antemano el resultado. 

-Cuenta, zorra. 

Veinte varazos, la vara no da descanso, sigue doliendo entre golpe y golpe, sigue doliendo un rato después. Cuando corta el viento estremece, pero es un dolor que la obliga a ser fuerte, que no pica, no la hace patalear ni dar saltitos, cuando recibe la vara, no se siente ridícula. Por eso le gusta la vara, por el poder que tiene, por el dolor que genera, porque siempre castiga. 

-Gracias Amo. - Se apresura a decir cuando cuenta los 20. 

-De nada putilla, si ya sabes que es por tu bien, para que no vayas por ahí encharcándote cuando no debes, ahora voy a mirar que no estés más mojada, porque entonces, vamos a tener que volver a empezar. 

Vuelve a empezar, alternándolo con la mano. Su mano sería el peor instrumento del mundo si no fuese parte de Su cuerpo. Duele más que mil palas de maderas, pero al ser parte de Él, el contacto se suaviza por amor. 

Después de los cuarenta varazos ella le agradece y lo besa. Sigue mojada y Él lo sabe. Le da el hitachi y le dice: 

- Quiero 25, no te muevas de la cama hasta lograrlos y que te de tiempo a preparar la comida. Sin ruidos y sin manchar nada. 

-Si Amo. 

Él desaparece en el baño, para ducharse y prepararse para el resto del día mientras ella le ofrece 25 orgasmos en el día del Señor. 

sábado, 24 de octubre de 2020

el Dolor

Algunos días ella se notaba así, irascible, en lucha constante consigo misma. Quería hacerse daño, castigarse, llorar. 

Esos días no era sumisa y eso tampoco ayudaba... No ser suficiente para su Amo era el principal motivo de autocastigo. Quería provocarse el vómito, hacerse sangre, aún sabiendo que eso no calmaría su odio, su ansiedad. Quería hacerse daño. Esos días eran los únicos que aún no había logrado gestionar con la psicóloga. Eran pocos, muy muy pocos, pero le hacían mucho daño.

En esos días Él trataba de que fuese ella quien pidiese ayuda, pero no lo hacía, no era sumisa, no era Erytheia, desaparecía todo lo que la hacía ser quien era... Menos los defectos, claro. 

Así que al final Él intervenía. La abrazaba y le pedía que dijese que le ocurría, le hacía un té y le pedía que hablase y no la dejaba moverse hasta que no lo hacía. Era entonces cuando ella le pedía el dolor. Solo desde el dolor podía llorar y romper con todo. Entonces Él le sujetaba las manos y sobre el colchón, la azotaba con el cinturón, porque era el dolor que antes la rompía. 

Ella se revolvía, gritaba, se enfurecía, apretaba los puños y pegaba al colchón con ellos hasta que al final lloraba, sacaba toda la rabia y el dolor que durante días había acumulado. Entonces el la soltaba y la abrazaba. Ella lloraba en sus brazos y el la besaba. 

Cuando ella recuperaba por fin la respiración acompasada, le daba las gracias y le besaba los párpados. Él llenaba la bañera y la llevaba hasta allí, ella lo desnudaba y se metían juntos en el calor y cuando ella frotaba la esponja por la espalda de su Amo, Él sentía que había vuelto de nuevo... 

martes, 20 de octubre de 2020

La fiesta.

Sábado nueve de la noche. Vestido negro, body de encaje, tacón negro y pelo suelto. El pelo es importante, da seguridad a la timidez, pero claro, teniendo en cuenta que iba de la mano de su Amo podría haber ido rapada y desnuda, luciendo todas sus inseguridades. Eso, obviamente, es de esas cosas que se le cuentan a las amigas sumisas pero no se le dicen al Amo, que dan ideas.

Llegaron a la fiesta, ella un pasito por detrás pero de la mano, los amigos acababan de llegar y les saludaron con cariño. Allí ella se sentía acogida, bien, en casa.

-Pídeme una cerveza y una Coca-Cola para ti, con plato.

Al girarse para pedir, el Amo le dio un azote cariñoso en el culo.

Limpió la lata de la cerveza y se la sirvió. Él echó la Coca-Cola en un plato y le indicó con un gesto que bebiese. Se arrodilló a beber, sintió como mientras bebía del plato, la cremallera de la bolsa de tela se abría. El Amo estaba sacando algún juguete mientras charlaba con varios amigos, como si ella no estuviese, pero prestándole toda su atención. Sintió la fusta tocar su culo acariciando, sabía que iba a poder seguir bebiendo y que no la azotaría, no aún, no sin verle la cara primero. Caían golpecitos, suaves pero no podían considerarse azotes.

-Levanta perra, vamos dentro. Y quítate el vestido ya que bastante rato llevas tapada.

Entraron a la mazmorra más grande y él le indicó la cruz. Sin atarla, solo manteniendo la posición (ESTA FRASE NO TIENE SENTIDO POR SÍ SOLA). Era más difícil así, en el potro podía dejar su peso caer, en la cruz tenía que mantenerse. Escuchó como cambiaba la fusta por el látigo. El lo craqueó tras ella antes de alcanzarla con él.

-Cuenta putilla.

Treinta, entre el culo y los muslos, bien repartidos. Pronto tendría marcas para dos semanas, era blanca y de marca fácil. Lloriqueó un poco, siempre lloraba y se sentía muy ridícula al hacerlo, más aún cuando al girarse y abrazarse a Él, vio que la sala estaba llena de espectadores.

La subió en brazos y la colocó en una camilla. Le dio un par de bofetones y sacó el maletín.
Coloco el dildo y lo conectó. La electro era uno de sus últimos aprendizajes y, como todo, el Amo había aprendido a hacerlo super bien.

Le colocó un dildo tripolar, enorme y le fue preguntando para asegurarse de que todo estaba bien.

-Ahora te vas a correr, pero como te escuche reírte empezamos otra vez en la cruz.

Las sensaciones eran incomparables a cualquier otra. Sentía como el dildo se expandía dentro de ella y a la vez botaba, moviéndose como una ola hacia dentro y hacia fuera, hacia arriba y hacia abajo. Se corrió 8 veces y se empezó a reír cuando el desconectó todo, por las endorfinas o por la felicidad de sentirse querida... Probablemente por las dos.

El Amo cerró la puerta y se quedaron solos, sin espectadores.

-Te estás riendo, sinvergüenza. ¿Qué van a pensar de mi?, que hago reír a mis sumisas, que me toman por el pito del sereno. Bofetones debía darte para que se te quiten las ganas de reírte.

Le dio dos bofetones pero no paró de reír.

-Anda, chupa a ver si así te callas, que pareces tonta.

Se la chupó, Él le apretó la cabeza contra su polla. Ella se ahogó con la polla aguantando las arcadas, hundiéndose aún más, como a Él le gustaba. Le lamió los huevos mientras le pajeaba. Le hizo una mamada muy larga, mientras ella se ahogaba con las lágrimas saltadas. Al final el Amo se corrió dentro de ella y se tumbó.

Desde que Él había vuelto, Erytheia había renacido, con su semen en la garganta y entre sus brazos se sentía en casa.