martes, 20 de octubre de 2020

La fiesta.

Sábado nueve de la noche. Vestido negro, body de encaje, tacón negro y pelo suelto. El pelo es importante, da seguridad a la timidez, pero claro, teniendo en cuenta que iba de la mano de su Amo podría haber ido rapada y desnuda, luciendo todas sus inseguridades. Eso, obviamente, es de esas cosas que se le cuentan a las amigas sumisas pero no se le dicen al Amo, que dan ideas.

Llegaron a la fiesta, ella un pasito por detrás pero de la mano, los amigos acababan de llegar y les saludaron con cariño. Allí ella se sentía acogida, bien, en casa.

-Pídeme una cerveza y una Coca-Cola para ti, con plato.

Al girarse para pedir, el Amo le dio un azote cariñoso en el culo.

Limpió la lata de la cerveza y se la sirvió. Él echó la Coca-Cola en un plato y le indicó con un gesto que bebiese. Se arrodilló a beber, sintió como mientras bebía del plato, la cremallera de la bolsa de tela se abría. El Amo estaba sacando algún juguete mientras charlaba con varios amigos, como si ella no estuviese, pero prestándole toda su atención. Sintió la fusta tocar su culo acariciando, sabía que iba a poder seguir bebiendo y que no la azotaría, no aún, no sin verle la cara primero. Caían golpecitos, suaves pero no podían considerarse azotes.

-Levanta perra, vamos dentro. Y quítate el vestido ya que bastante rato llevas tapada.

Entraron a la mazmorra más grande y él le indicó la cruz. Sin atarla, solo manteniendo la posición (ESTA FRASE NO TIENE SENTIDO POR SÍ SOLA). Era más difícil así, en el potro podía dejar su peso caer, en la cruz tenía que mantenerse. Escuchó como cambiaba la fusta por el látigo. El lo craqueó tras ella antes de alcanzarla con él.

-Cuenta putilla.

Treinta, entre el culo y los muslos, bien repartidos. Pronto tendría marcas para dos semanas, era blanca y de marca fácil. Lloriqueó un poco, siempre lloraba y se sentía muy ridícula al hacerlo, más aún cuando al girarse y abrazarse a Él, vio que la sala estaba llena de espectadores.

La subió en brazos y la colocó en una camilla. Le dio un par de bofetones y sacó el maletín.
Coloco el dildo y lo conectó. La electro era uno de sus últimos aprendizajes y, como todo, el Amo había aprendido a hacerlo super bien.

Le colocó un dildo tripolar, enorme y le fue preguntando para asegurarse de que todo estaba bien.

-Ahora te vas a correr, pero como te escuche reírte empezamos otra vez en la cruz.

Las sensaciones eran incomparables a cualquier otra. Sentía como el dildo se expandía dentro de ella y a la vez botaba, moviéndose como una ola hacia dentro y hacia fuera, hacia arriba y hacia abajo. Se corrió 8 veces y se empezó a reír cuando el desconectó todo, por las endorfinas o por la felicidad de sentirse querida... Probablemente por las dos.

El Amo cerró la puerta y se quedaron solos, sin espectadores.

-Te estás riendo, sinvergüenza. ¿Qué van a pensar de mi?, que hago reír a mis sumisas, que me toman por el pito del sereno. Bofetones debía darte para que se te quiten las ganas de reírte.

Le dio dos bofetones pero no paró de reír.

-Anda, chupa a ver si así te callas, que pareces tonta.

Se la chupó, Él le apretó la cabeza contra su polla. Ella se ahogó con la polla aguantando las arcadas, hundiéndose aún más, como a Él le gustaba. Le lamió los huevos mientras le pajeaba. Le hizo una mamada muy larga, mientras ella se ahogaba con las lágrimas saltadas. Al final el Amo se corrió dentro de ella y se tumbó.

Desde que Él había vuelto, Erytheia había renacido, con su semen en la garganta y entre sus brazos se sentía en casa.

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