martes, 10 de diciembre de 2019

La rendija de la cortina.

Había sido una mañana muy estresante, el trabajo me tenía muy agobiada, la continua sensación de no llegar, las fiestas, los compromisos y a veces no puedes estar en todas partes... pero yo seguía intentándolo ¿Decepcionar? ¿No cumplir? Me agotaba a la vez que me fustigaba por no llegar, por no dormir, por no rendir. Ese viernes, cuando fui a entregar el último informe del mes respiré.

De camino al despacho del jefe casi sonreía, me sentía bien, esta vez estaba contenta con mi trabajo, me sentía cómoda,  con mis pantalones vaqueros y mi blusita de flores azules, mi cola alta con tirabuzones rubios y las botas marrones estilo cowboy, no soy gran cosa,  soy más dulce que sexy, pero me siento segura.  Me di cuenta de que justo delante de mi entraba una compañera, Lara, que me caía fatal porque miraba a todas por encima del hombro, creyendose especial por trabajar allí,  por tener un despacho propio (cuando en realidad nadie quería compartir con ella), como si fuese a heredar la empresa, se paseaba con sus vestidos cortos y ceñidos, enseñando que tenia las tetas enormes y redondas. Siendo sincera, estaba muy buena, fuerte y alta, con su cuerpo de gimnasio y su metro setenta, pero era idiota, se creía mejor que nadie, la muy zorra... todas en la empresaca pensábamos que era una puta y a ella eso le gustaba... esa altivez sumada al peloteo me ponía mala.

-Cierra la puerta... puta. - ¿Había escuchado bien? ¿Realmente eso le había dicho el jefe a Lara?

Me acerqué un poco más para ver si podía enterarme de algo, vi que, a pesar de todo, una de las cortinillas de las ventanas que adornaban la puerta no se había quedado bien cerrada y desde ahí se veía todo.

Lara se arrodilló nada más entrar, se quitó el vestido y me di cuenta de que no llevaba ropa interior. Con los dientes sujetó el informe que llevaba en la mano y lo acercó al jefe que estaba sentado delante de su mesa.

Él lo cogió con desprecio, como si ella no valiese ni siquiera para estar allí y le dio con el informe enrollado en el hocico.

-Que sea la última vez que me entregas algo tarde, me da igual que tengas muchas tareas, eres una perra, estás aquí para servirme, trabajar para mi y hacer lo que me salga de los cojones. Esto te va a costar caro. Ve al armario a por el cinturón.
Me vibró el móvil y vi un mensaje del Amo, preguntando qué hacía. Le conté lo que estaba ocurriendo: "Quédate ahí mirando y pajéate, no tienes permiso para correrte... y no pierdas detalle, que me lo tienes que contar después con pelos y señales."

En lo que yo hablaba con el Amo, Lara había ido a por el cinturón a un armario que yo no alcanzaba a ver por estar en la pared de la puerta, un armario que siempre estaba cerrado con llave... ahora entendía por qué.  El cinturón era de cuero marrón, antiguo, ancho, con pequeños aros de metal en las aberturas de la hebilla... Si a mi los cinturones ya me parecían horribles, ese debía batir récord.

Le acercó el cinturón con la boca y fue al centro del despacho. De pie, se colocó con las piernas abiertas, dobló la cintura y se agarró los tobillos.

Yo introduje mis dedos por el pantalón, me empecé a tocar por encima de las bragas, era algo que extrañamente siempre me gustaba más que tocarme directamente el clítoris, el roce de la tela me daba más placer.

Él no tuvo prisa en levantarse, se encendió un cigarro, leyó el informe por encima y marcó un par de cosas con un rotulador rojo sobre el papel. Después, se levantó, con ese mismo rotulador dibujó algo en el culo de Lara, le metió el rotulador por el culo y ahí si, empezó a azotarla. Las nalgas, las piernas, los gemelos. Ella contaba, agradecía, lloraba y trataba de mantener la posición.

Cuando dijo el número trece, movió un pie. Él la agarró por el pelo, la puso de pie y girándola, le dio un bofetón.

-Ahora tenemos que volver a empezar, con todas las cosas que tengo que hacer. Mejor colócate en la mesa, que no tengo todo el día.

Ella se colocó y entonces mi visión cambió, ver su culo rojo, con el rotulador en su ano y una diana dibujada en su culo me excitó aún más. Metí tres dedos en mi coño y me pajeé con fuerza. El jefe volvió a azotarla. Yo me tocaba al ritmo de cada azote, sabiéndome a salvo de todo, en la empresa no quedaba ya casi nadie y cuando alguien subía a esa planta, se escuchaba el ascensor y las puertas.

Él dejó de azotarla en el número 32 y se folló su culo con fuerza, haciéndola gritar. Le tapó la boca mientras se la follaba. Se corrió en su espalda y restregó la mano, extendiéndola. Después puso la mano delante de su cara y ella lo lamió. 

Me excité tanto que casi me corro, me tuve que morder los labios para no hacerlo.

-Vístete, vete a casa, y escribe quinientas veces la palabra Sostenibilidad, bien escrita, puta. Corrige el informe y mandamelo antes de la noche.

-Si Amo, gracias por usarme Amo.

Ella cogió el informe con la boca, gateando fue hasta la puerta y agarró el vestido. Ahí, simplemente, me levanté y volé. Me metí en los baños a lavarme un poco y cuando salí fui a entregar mi informe. Con el coño chorreando y deseando salir para contárselo todo al Amo.

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