domingo, 1 de noviembre de 2020

Domingo

 Los domingos por la mañana son su día favorito de la semana, que, si tenemos en cuenta que odia los domingos por la tarde, resulta una paradoja. Pero tiene su explicación, los domingos por la mañana amanece a su lado... o a sus pies... pero lo primero que siente al despertarse es Su olor, huele a fresco, siempre, huele a hogar. Es el único día de la semana en el que Él no sale a correr por las mañanas y por tanto el único día en el que ella se despierta y Él sigue en la cama. Le gusta acariciarlo con un dedo en el costado, muy suave, sin que Él pueda notarlo. Se levanta y aún descalza y desnuda pone la cafetera. 

Realmente, cada rato junto a Él se convierte en su favorito. Los días que pasan juntos, días completos y no solo en los que se ven a ratos sueltos entre obligaciones laborales, ella los tacha en el calendario con forma de corazón, distinguiéndolos de los días normales, si alguien abre su calendario a final de año, puede contar los días en que a ella se le ha salido el corazón del pecho de felicidad, porque ese es su estado cuando Él está cerca.

Prepara el café, corta fruta, deja todo listo para preparar el desayuno rápido cuando Él se lo pida y luego se asea para Él... no está muy segura de si Él se ha dado cuenta de que cuando duerme a su lado se pone dos gotas de colonia antes de entrar en la cama y por las mañanas igual. Y Con todo preparado y caliente, vuelve a la cama.

 A veces Él está ya despierto y al notar como apoya de nuevo su cabeza en la almohada le guía la cabeza... a veces a la boca para besarla, a veces a la polla para que lo despierte como merece. Otras veces Él sigue durmiendo y ella se acurruca en su costado, por debajo de Él.

Cuando Él se despierta siempre hay un momento, antes del café, en el que ella le hace una mamada. Las mamadas de Buenos días tienen que ser distintas a las de buenas noches. Tienen que empezar despacio y acabar con fuerza, ella tiene que demostrar más que nunca todas las horas que lleva anhelando ese momento. No le cuesta demasiado, se siente ansiosa por hacerlo y en las raras ocasiones en las que eso no sucede, cuando empieza, se siente tan en su sitio que en pocos segundos está disfrutando como siempre, de su espacio, su momento, su lugar.

Cuando acaba y le limpia, le lleva el café a la cama. Mientras Él lo saborea ella prepara el resto del desayuno. Lo lleva a la mesa y cuando está listo le pregunta si desea levantarse ya o si por el contrario prefiere esperar. Si Él prefiere esperar ella deja las tostadas guardando calor en el horno. 

Cuando Él decide levantarse a desayunar ella le sirve y si Él se lo permite, desayunan juntos. Hoy Él le ha dado de comer de su mano mientras ella estaba de rodillas a su lado. Eso le eriza la piel y le despierta el coño. 

Él lo sabe y le abofetea un par de veces. 

-Estamos desayunando, puta. 

Ella baja la cabeza y abre las piernas bien, recuperando la postura, pero a la vez nota como su coño chorrea aún más. 

Cuando Él termina ella lo recoge todo y al acabar lo escucha:

-Perrilla ven aquí... Ponte ahí, a cuatro patas. ¿Te has mojado en el desayuno?

-Un poco, Amo. 

-Espero que no, porque, si estás mojada, te voy a dar 20 varazos. 

Él la toca, sabiendo de antemano el resultado. 

-Cuenta, zorra. 

Veinte varazos, la vara no da descanso, sigue doliendo entre golpe y golpe, sigue doliendo un rato después. Cuando corta el viento estremece, pero es un dolor que la obliga a ser fuerte, que no pica, no la hace patalear ni dar saltitos, cuando recibe la vara, no se siente ridícula. Por eso le gusta la vara, por el poder que tiene, por el dolor que genera, porque siempre castiga. 

-Gracias Amo. - Se apresura a decir cuando cuenta los 20. 

-De nada putilla, si ya sabes que es por tu bien, para que no vayas por ahí encharcándote cuando no debes, ahora voy a mirar que no estés más mojada, porque entonces, vamos a tener que volver a empezar. 

Vuelve a empezar, alternándolo con la mano. Su mano sería el peor instrumento del mundo si no fuese parte de Su cuerpo. Duele más que mil palas de maderas, pero al ser parte de Él, el contacto se suaviza por amor. 

Después de los cuarenta varazos ella le agradece y lo besa. Sigue mojada y Él lo sabe. Le da el hitachi y le dice: 

- Quiero 25, no te muevas de la cama hasta lograrlos y que te de tiempo a preparar la comida. Sin ruidos y sin manchar nada. 

-Si Amo. 

Él desaparece en el baño, para ducharse y prepararse para el resto del día mientras ella le ofrece 25 orgasmos en el día del Señor. 

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