A veces se cuelga de mis pechos cuando estamos en la cama. Se columpia en el sabor de mi pezón derecho y mientras yo escalo por su labio al paraiso... esa combinación de mi piel con su piel y un poquillo de calor...
Esas noches de irse a la ducha después de pasar por la cama... en esas noches se encariña con mi coño, que es suyo... y siempre hay un dedo al acecho que palpa y vigila... como si Él no supiese de sobra que yo solo escaparía para nadar en su boca.
Hay momentos de rodillas frente a su polla en los que se me hace eterna la distancia que me separa... y envidio a mi aliento por acercarse en un vuelo... Después me la ofrece como un caramelo y la lamo... porque no hay manjar mejor que el sabor de la carne... si es la suya.
Y es que no hay momento en el que el sentimiento de propiedad que ejerce sobre mi cuerpo, se relate mejor que cuando entra en alguno de mis agujeros... y me penetra porque soy suya y puede hacerlo.
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