Andrés y yo llevabamos un par de meses quedando, conociéndonos, yo había tenido varias sesiones esporádicas, Él había tenido dos sumisas.
Cuando nos sentimos cómodos y lo tuvimos todo claro tuvimos nuestra primera sesión. Ahí aún no era mi Amo y yo solo lo llamaba Señor.
Nos encontramos en su casa. Yo estaba de rodillas en la puerta y Él llegó y me besó. Después me acarició y me dijo: "tranquila que yo te cuido." Fuimos hasta el salón y ahí comencé a chupársela. Él se sentó en el sofá y de repente se levantó. Volvió con unas pinzas que colocí en mis pezones. Después puso otra en mi lengua.
-Coloca los brazos sobre el sofá. Alza el culo y separa las piernas.
-Si Señor.
Azotó mi culo un par de veces, con las manos y con la correa.
Me llevó a cuatro patas hasta la habitación. Fue dificil me costaba mucho mantenerme quieta y Él no paraba de decirme que me estuviese quieta, acompañado de azotes en mi pierna. Allí jugó con un vibrador en mi coño hasta que se dio cuenta de que mis flujos mojaban la cama.
-Zorrita, lo estás pringando todo.
En ese momento me folló con brutalidad, besándome y chupando mis pechos aún adoloridos por las pinzas. Ese día no me permitió correrme...
-A las perritas como tú no hay que dejarlas correrse muy a menudo.
Eso cambió con el tiempo... porque un día pasó a ser mi Amo y poco más tarde, mi Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario