La primera parada fue en un restaurante en mitad de la carretera que podría haber estado en cualquier parte. Un lugar rodeado de campo con un jardincito de ensueño. Comimos genial, tanto pescado como carne. Tras el postre me metió por el jardincito y allí me folló concediéndome mi tan ansiado orgasmo. Él había pasado tres horas conduciendo y excitándome sin permitir que me corriese.
En el coche volvió a ponerme el antifaz y me quedé dormida un ratillo, lo cual es un logro, porque al principio dormir con el antifaz me era imposible. Cuando me despertó estábamos en el parking subterraneo de un supermercado. Fruta, tostadas, zumo, leche, café. Lo justo para tres días de desayuno.
El acento del los lugareños no se diferenciaba mucho del mío propio, pero seguía sin saber donde nos encontrabamos.
No estuvimos en el coche más de quince minutos. Cuando aparcó por última vez estábamos en unos apartamentos a pie de playa. Mi Amo es maravilloso.
-Estamos en septiembre, espero que no haya muchos veraneantes.
Una habitación con cama de matrimonio, cabezero de forja y espejo en el techo. Un sofá repleto de cojines y una alfombra fina a sus pies, una cocina pequeña, un baño con bañera redonda, terracita y una piscina privada. Como siempre mi Amo había pensado hasta en el último detalle.
Me llevó a la cama y me dijo: Tú has dormido, ahora me toca un rato a mí. Se tumbó y yo me dediqué a adorar sus pies, lamerlos y masajearlos.
Despertó después de una hora, y de sus pies pasé a su polla. Cuando se derramó dentro de mi garganta me señaló el suelo y a cuatro patas lo seguí hasta la piscina. Se puso a nadar, mientras yo en el borde tomaba el sol.
Salió y me folló el culo en la terraza.
Después nos duchamos juntos y fuimos al pueblo a cenar...
Un destino excitante
ResponderEliminarun abrazo, Azul
Gracias Ame : )
Eliminar¡Eso sí es una sorpresa! Muy buen relato.
ResponderEliminarBesos Carnales.
Graciaas!!! : )
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