lunes, 25 de febrero de 2019

Valiente y colgada.

Estaba colgada de las muñecas, los brazos en alto y tocando el suelo casi de puntillas. Él la observaba. Una mordaza, el pelo en la cara, los pezones pinzados. La giró un poco.

-A ver que hago yo ahora contigo... podría hacer lo que quisiese, azotarte, llenarte de cera, darte placer hasta que no puedas más y entonces, seguir, sin saber cuando podrás correrte, podría utilizar contigo cualquier juguete, electricidad, agujas... o incluso podría dejarte ahí toda la tarde... ¿Qué te gustaría? Bueno, tampoco me importa.

Ella lo miraba, entre ansiosa y desesperada, nerviosa, tenía ganas de todo lo que Él había sugerido, cualquier cosa que a Él le apeteciese a ella le parecería bien.

Se acercó a su nuca, girando tras de ella, la lamió, le mordió el lóbulo de la oreja. Le azotó una nalga, volvió delante y le dio un bofetón.

-Voy a prepararme un café, te lo pediría a ti, pero tendría que deshacer todos esos nudos.

Ella se quedó allí, sola, atada y amordazada, cachonda y con el calor en la cara. ¿Como tenía tanta fuerza en una sola mano? Bueno... eran SUS manos...

Él, al contrario que todos los días de su vida, se quedó en la cocina a tomar el café, en vez de sentarse en el salón como hacía siempre. Ella lo oía trastear y deseaba estar arrodillada sirviéndoselo , pero bueno, esa también era una manera de servirlo ¿No?

Él volvió al rato, con olor a café... "Me encanta el olor a café en Él" pensó Erytheia. Agachó la mirada al verlo entrar en el salón. Intentó no balancearse tanto, pero no se sostenía bien en el suelo.

Cogió una fusta corta, una paleta y una vela. Puso la vela a calentar. Se acercó con la fusta.

-Salúdala.

Erytheia la besó suavemente. Él se distanció de ella, le azotó los pechos, el estómago, se giró y fue a las nalgas.
Variaba el ritmo, haciendo descansos, pero azotando rápido y fuerte, Erytheia se balanceaba con cada azote, perdía el equilibrio, resoplaba.

Paró cuando Erytheia contó el 20, siempre los contaba mentalmente, nunca se sabe cuando va a preguntarlo. 

Cogió la vela.
-Voy a adornarte un poco perra.

Fue colocando cera en su culo, era difícil teniéndola de pie, así que gran parte caía en la parte alta de sus nalgas que sobresalían. Llenó su culo de cera. Fue a por el móvil y la fotografió.

-Preciosa.

Colocó la vela entre sus nalgas y volvió a fotografiarla.

-Ahora que no se caiga Ery.

Alargó su mano y comenzó a mastubarla, ella pensó que se moriría de placer y estaba en esas veces en las que sentía la seguridad de que no le permitiría correrse.

-Estas mojada perra, da igual lo que te haga, todo te moja, todo de excita, pero tu placer Erytheia, es solo mío. -dijo justo cuando ella no podía más y quitó la mano.

Sopló la vela.

-Vamos a ver si esto te moja también.

Agarró la paleta. Se la puso delante para que la besara y ella lo hizo, bueno, lo hizo como la vez anterior, todo lo que se puede besar con una mordaza.

Azotó sus nalgas, con precisión y fuerza, eliminando con cada golpe la cera seca. Después  besó las rojeces, las pequeñas marcas que se iban formando.

-Así,  roja y perfecta.

Se giró y subió sus piernas hacia Él, enroscadolas en su cintura. La desató despacio. La besó y se la llevó al sofá.

La acarició despacio, peinando su melena con los dedos. Y le dijo:

-Te quiero, así y de todas las maneras, te quiero Mia y libre. Te quiero mi pequeña valiente.

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