lunes, 16 de noviembre de 2015

Domingo en el campo

 Me recogió en mi piso por la mañana. Falda negra, camiseta rosa con escote de pico, chaqueta vaquera, botines negros de tacón bajo y medias negras. Nada más, nada menos.
Subo a la moto y mi falda vuela un poco, para mi vergüenza… por suerte, no hay nadie en la calle… es demasiado temprano para un domingo.
Me lleva a las afueras, a un bosquecillo apartado al que no va casi nadie. Nos encontramos solos. Lleva una mochila que me causa tanta inquietud como excitación.
-Erytheia desnúdate. Déjate las medias y los zapatos.
Saca una manta y la pone en el suelo. Coloca una botella de vino, una copa, un bol y  un paquete de cacahuetes.
-Ponte ahí que te inspeccione.
Me coloco en posición. Piernas abiertas, manos a la cabeza, sacando pecho.
Me recorre con los dedos. Mira si voy bien depilada, entra en la humedad de mi coño con dos dedos y los huele. Me los pone en la boca para dejárselos limpios.  Pellizca y amasa mis pechos, los azota y abre mi boca. Me besa.
-Trae el culo.
Me giro me agacho y separo mis nalgas con las manos.
Entran un par de dedos. Después entra un dildo que acaba en una cola de perra, lo deja ahí y amasa mi culo.
-Bien. Vamos a beber algo perrita.
Me coloco a cuatro patas. Él sirve una copa de vino y echa un poco en mi cuenco.
Bebe tranquilo y yo también lo hago, lamiendo.
-Come perrita.
En su mano hay cacahuetes que me ofrece. Yo gateo hasta Él y los como directamente de su mano. Ladro agradecida, Él lo quiere así… pero no puedo evitar ponerme colorada.
Vuelvo a beber.
Saca de la mochila un juguete de perro.
-¿Quieres jugar perrita? Cógelo.
Lanza el juguete y yo gateo hasta recogerlo para llevárselo hasta donde está. Cuando se lo entrego vuelve a hacerlo y repite el juego hasta que se cansa. Tengo las rodillas destrozadas y las medias rotas.
-En pie.
Me levanto y tira de mi cola hasta sacarla. Duele.
-A ver Erytheia. Mírame. ¿Cuántas faltas has acumulado esta semana?
-Seis Amo. – digo y agacho la cabeza.
-Mírame. ¿Eso cuantos azotes son?
-Sesenta Amo, más los que usted considere que merece su perra.
-Vete a buscar una vara buena, que me guste. Si la tengo que buscar yo, doblaremos.
-Sí Amo.
Encuentro una, quizás demasiado gorda, pero prefiero pasarme a quedarme corta y recibir más.
Llego a dónde está y se la entrego. Asiente satisfecho y me indica que me agarre al árbol.
Cuento en voz alta, concentrada en no perder la cuenta. Cuando acaba me gira. Me ata las manos al árbol y me folla. Se corre sobre mi ombligo. Con dos dedos coge mis flujos y me los unta en la cara.
Se sienta y termina su copa, con tranquilidad, comiendo cacahuetes. Al rato se levanta. Me da de beber de su copa y derrama un poco sobre mis pechos. Lamiéndolos.
Me desata, me visto y me lleva a casa.
Me manda a la ducha mientras prepara la comida. Mi mima como nadie.
Le sirvo la comida y como a sus pies.  Se sienta en el sofá mientras yo recojo la cocina. Cuando acabo llego y me arrodillo a sus pies. Me agarra el pelo y me subo sobre su regazo.

Me quedo dormida. 

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