Estaba en la cama, a cuatro patas. Escuchaba a mi Señor pasear por la habitación, pero no lo veía, se estaba cuidando mucho de mantenerse detrás de mí. Supe donde estaba cuando cayó el primer azote. Me estremecí... aún me sorprendía el placer que podía hacerme sentir con los azotes.
-¿No sabes contar perrita?
-uno Amo.
Me cayeron tres más y una caricia que fue desde mi espalda hasta mi raja mojada. Dos azotes y un dedo moviendose en mi clítoris. Un pellizco en mis pezones y una lengua recorriendo mi nuca y toda mi espalda. Cayeron más azotes y más caricias. De repente frenó y con sus manos comenzó a masturbarme de forma frenética.
-No quiero escuchar ni un gemido.- baje los ojos.
Entró en mi coño con fuerza, embistiendo de forma salvaje. Salió de mí y se sentó. Me dio la vuelta sentándome sobre Él de espaldas y yo misma me inserté su polla en el coño chorreante.
Él mordía y lamía mi cuello y yo me acompasaba a sus embestidas con movimientos circulares de mis caderas. Me volvió a girar, tumbándome con las piernas sobre sus hombros. Así ya no pude resistir mi excitación... mi respiración se aceleró y lo miré con ojos suplicantes.
-¿Qué ocurre perrita? ¿Quieres correrte?
Lo miré asintiendo.
-bueno... seguro que puedes aguantar más.
Me mordí los labios... pensando que no lo conseguiría... Lo volví a mirar... tratando de aguantar mi placer. Entonces sentí su polla palpitar.
-Ahora perrita, que todos te oigan, siéntelo, déjate llevar.
-graciaaas Amoo
Dije en una intensa explosión de placer acompañada por Su orgasmo y el sentimiento de Su leche dentro de mí.
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