Agarrando mi cuello me tumba boca arriba sobre la mesa y levanta mis piernas. Succiona mi hinchado clítoris con su boca y juega con su lengua, mordisquea mis labios, mientras que sus manos se dedican a mis pechos. Siento que no aguantaré más.
-Ahora, perrita, quiero que te corras, pero, no quiero que se oiga nada. No queremos montar escándalos.
Ahogo mis gritos y aferrándome a los bordes de la mesa y me corro de forma intensa. Él sigue lamiendo hasta dejar sin jugos mi coño. Luego me besa y deshace el nudo que sujetaba la corbata que tapaba mis ojos. Lo miro, sudoroso, despeinado y mirándome a los ojos. Compruebo, de nuevo, lo hermoso que es.
-Vísteme Erytheia.
Me arrodillo para subir su ropa interior y sus pantalones, los abrocho y luego continuo con su camisa. Me vuelvo a arrodillar para poner los zapatos, los ato con cuidado y cuando acabo, el me tiende la corbata que estaba tapando mi visión. Se la ajusto.
-Mi Amo. ¿Me permite arreglar su pelo?
-Claro, preciosa.
Cuando acabo cruzo los brazos en mi espalda y agacho la mirada. Espero órdenes.
-Buena sobremesa perrita, anda, vístete y vamos a salir a tomarnos una copa, los camareros pueden extrañarse de que estemos tanto tiempo sin comer dentro del reservado.
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