jueves, 9 de abril de 2015

Un día cualquiera.

-Hola perrita.
-Buenas tardes Amo.
-¿Has comido ya?
-No, Amo estoy esperando. Como le dije tengo que quedarme esta tarde y la cafetería siempre está llena.
-¿Qué comes? Estás obedeciendo ¿verdad?
-Si, Amo. He pedido pasta, como usted ordenó.
-Buena chica.
-¿Qué tal el día? ¿incomoda con eso?
-No Amo, no me molesta... solo estoy un poco distraida...
-¿Como sientes tu culo? ¿te gusta llevarlo lleno?
-Siento que late Amo, sí, me gusta.
-Bien. Quiero que comas los espaguetis de uno en uno, así harás bien la digestión. ¿Estás de pie?
-Sí Amo.
-entre las rodillas debería caberte una pelota, entre los muslos una pelota de tenis. Abre las piernas.
-Ya Amo.
-Bien.
-Esta noche voy a ir a tu casa, y te voy a insertar mi polla hasta el fondo de ese coñito húmedo que tienes... Siempre listo para su dueño ¿Verdad perra?
-Si Amo.
-Dime... ¿está mojadito? ¿Y tus pezones? ¿Cómo estan?
-Si mi Señor, esta mojado... y mis pezones muy duros...
-Bien perrita ¿Como va tu comida?
-Ya la traen Amo.
-Pues ve a comer. Come también fruta y de beber nada de refresco.
-Lo sé, Amo.
-Buena chica. Cuando acabes llamame.

Comer espaguetis de uno en uno es probablemente una de las cosas más complicadas que he hecho en toda mi vida. Pero una orden de mi Amo no es algo que yo me plantee desobedecer a la ligera. Así que le hice caso, aunque tardase más en comer de lo normal. Cuando terminé el plato, la naranja y toda la botella de agua; llevé la bandeja a su sitio y llamé a mi Señor.

-¿Has sido una buena perrita?
-Si Amo.
-Ve al baño de tu despacho.
-ya estoy mi Señor.
-mastúrbate, por encima del tanga, cuando sientas que te vas a correr avisa. Quiero oirte en todo momento.

Esto me daba muchísima vergüenza, aun sabiendo que nadie entraría, simplemente pensar que me podían oir me alteraba, pero a la vez me excitaba aún más. Masturbarme sobre el tanga me gustaba casi mas que hacerlo desnuda... me daba más sensación de prohibido... así que las ganas de correrme tardaron muy poco en llegar.
-Amo... estoy al límite.
-Para.
-Pero...
-He dicho que pares. No quiero que te vuelvas a tocar. Siéntate y ponte a trabajar, si eres buena, quizás te permita correrte más tarde. Y ni un solo pero más, Erytheia.
-Si Amo... -Dije con resignación.
A media tarde me volvió a llamar... y de nuevo me dejó sin correrme... Justo cuando me iba hizo lo mismo... mi excitación aumentaba y Él no me permitía desahogarme...

Llegué a casa y preparé la cena. Esta vez me había permitido cocinar a mí. Me duché, me puse las medias y los zapatos y lo esperé.  Al llegar me besó y retorció mis pezones... casi me corro con su simple caricia... estaba muy excitada.

En el sofá me acariciaba... me excitaba... sabiendo que no lo desobedecería... yo pensaba que no podría más, pero también sabía que Él no me obligaría a aguantar más de lo que era capaz.
-Anda, chupa un rato chiquita.
Y chupé, vaya si chupé! Estaba tan excitaba que me afané como nunca en la felación. Si de por sí me gustaba mamar su polla, en esta ocasiòn aún más. Pensé que me volvería loca. Sacó su polla y se corrió en mis tetas.
-Anda que como lo has dejado todo, pequeña, limpialo.
Primero dejé su polla reluciente, después mis tetas y por último algunas gotitas que habían caido al suelo.
-Trae la cena. Pero antes, quítate las medias y los zapatos.
-Si Amo, ahora mismo le sirvo.
Subí una pierna al brazo del sofá y deslicé la media.  Realicé la misma operación con la otra y ante la visión de mi coño brillante mi Amo rozó los labios con dos dedos y me los dió a chupar. Luego chupó Él también.
-Estás encharcada perrita.
-Para usted Amo.
-Anda ve.

Llevé la mesa a la cena y mientras comíamos me permitiò cenar sin juegos. La comida era muy importante para Él.

-¿Tienes fresas? - me dijo al terminar.
-Si, compré ayer Amo.
-Vale, quédate ahí.

Cuando volvió traía un enorme bol de fresas en la mano. Y en la otra el bote de nata montada... Su cara lucía esa sonrisa traviesa que presagiaba algo muy divertido.

-llevate las bandejas, pero dejalas en la encimera, lo recoges luego.
Cuando volví tenía las esposas en las manos. Con un gesto me ordenó tumbarme en la mesa y me esposó a cada pata.  Hizo una montaña de nata en cada uno de mos pechos y cogió una fresa. Primero la metió dentro de mi coño, después la llenó de nada de mi pecho y me la metió en la boca.
-¿Buena?
-Mucho Amo.
Repitió el procedimiento con otra y se la comiò Él. Así estuvimos hasta acabar las fresas. Los restos de nata que quedaron los sorbió el de mis pechos.

-Y ahora sí, perrita. Ahora sí quiero que te corras. -Dijo. Mientras que bajaba su pantalón y me embestía de una sola vez.

Cuando me desató para llevarme al baño me dijo.
-Tengo más que comprobado que si te dejo bastante tiempo excitada pero sin correrte, eres capaz de tener muchos más orgasmos, y con más intensidad.

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