martes, 17 de marzo de 2015

Dos horas.

Si bien es cierto que durante toda la semana anterior hemos tenido un tiempo maravilloso, tanto como para ir a la playa... esta semana se ha estropeado...Toda la noche de ayer y todo el dia de hoy lloviendo a mares... Así que sobre las tres me ha llamado mi Amo:
-Nena, tengo un problema- si, mi Amo es maravilloso, pero es humano y tiene problemas- necesito tu ayuda.- siii pide ayuda y me la pide a mí, su sumi, porque sabe que yo estoy para todo lo que Él necesite.
-¿En qué puedo servirle Amo?
-Con la lluvia tengo una pequeña inundación en casa, en la habitación... me la arreglan en nada, pero esta noche necesito quedarme en tu casa. Erytheia, sabes que en esta cuestion puedes decir que no, tanto a acogerme como a servirme mientras esté en tu casa.
-Amo, eso que dice es una tonteria, estoy encantada de que venga a casa y de poder servirle.
-Gracias perrita. ¿te viene muy mal sobre las ocho? Sigo en la oficina y tengo que hacer maletas.
-Señor, su casa y su perra están a su disposición cuando quiera. ¿Quiere algo de cenar?
-Cocino yo Erytheia.
-Si, Amo.
Faltaban algo más de dos horas para que mi Amo llegase. Yo comencé a prepararlo todo, a servirlo sin su presencia. Primero di un repaso a la limpieza y el orden de la casa, aunque la tenía lista para visitas imprevistas, pensé que debía aprovechar que Él había avisado.  Llevé una botella de agua a la habitación, dentro de un recipiente lleno de hielos. Bajé a la tienda y compré una tableta de chocolate negro. Ordené la cocina tal y como Él la preparaba antes de cocinar y puse velas aromáticas. Me duché y me perfumé, me puse crema en todo el cuerpo y me maquillé con suavidad; recogí mi pelo en una cola alta y me puse los tacones negros con las medias de liga.
Cuando estuve lista llevé las toallas limpias al calentador y preparé todo  para que a su llegada se puediese dar un baño relajante, preparé la cama para la noche. Por último llevé los periodicos al salón y abrí el vino para oxigenarlo, preparé dos bols de frutos secos y el mando de la tele, delante del sofá unas zapatillas de estar por casa que tenía allí para cuando Él iba. Eran las ocho menos cinco cuando sentí el ascensor. Me arrodillé ante la puerta y al escuchar el golpe seco de Sus nudillos abrí.

Me sentía totalmente suya, porque aunque Él apenas había cruzado la puerta, yo ya llevaba dos horas concentrada en su bienestar.

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