jueves, 26 de marzo de 2015

tarde de lectura

Los martes mi Señor va a la biblioteca, de allí coge un par de novelitas para que ambos leamos y alguna película interesante que podamos ver juntos. Cuando comenzamos el me lo dijo: "Para mí es muy importante que leas, que podamos hablar de libros, de películas, de arte." Cuando lo dijo él ya sabía que yo no tendría problema alguno, he crecido literalmente rodeada de libros. Así que durante la semana ambos nos leemos una novela que después comentamos. Al principio yo iba con Él a la biblioteca y le enseñaba algunos que me llamaban la atención, ahora conoce mis gustos perfectamente, lo que por cierto me encanta. 
Los miércoles nos sentamos por las tardes en la terraza de su casa, a mí me tranquiliza muchísimo ese sitio, es un ático muy alto, por lo que no hay nada cerca y junto a Él, alguna vez he dudado estar en el mismo cielo. 

Ayer mi Amo estaba especialmente cansado, antes de comer ya me avisó de que debíamos retrasar nuestra cita porque aún estaba en la oficina y saldría tarde.  Él lleva unas semanas muy agobiantes en el trabajo y yo trato de cuidarlo lo mejor posible, aunque no siempre es fácil.  Cuando lo vi al abrirme la puerta se notaba que estaba completamente agotado.
-¿Está bien Amo?- le dije mientras el me abrazaba con fuerza.
-Ahora sí, llevo toda la mañana deseando abrazarte y sentarme a leer tranquilo. 
-Vaya, por favor, que yo lo preparo todo.
-Bueno, pero no tardes mucho. 
-No, Amo, enseguida estoy con usted. 
Fui a desnudarme, una de las numerosas ventajas de su terraza es que yo podía estar desnuda... mis compañeras de trabajo alguna vez me han preguntado como hago para estar morenita ya en mayo... si yo les contara...
Fui a por una copa para Él... hoy iba a ser una sesión de lectura diferente. Salí con el libro en la mano y la copa en la otra. Él estaba sentado en una de las butacas de mimbre. Le ofrecí la copa y el libro. Cogí el cojín de la otra silla y lo puse a sus pies. 
-¿Por qué pagina Amo? - dije tomando el libro de sus manos. 

Me arrodillé y abrí el libro por la página que me dijo, agarrándolo para no perder la página abrí con cuidado su bragueta. 
-¿Me da su permiso mi Señor?
-Claro perrita. 
Comencé una mamada lenta, sin manos, como a Él le gustaba, con profundidad. Mientras sujetaba el libro a una altura que a Él le resultase cómoda para leer. Creo que Él no estaba demasiado concentrado en la lectura, porque lo escuché gemir pronto y noté como su respiración se agitaba. Yo jugaba con mi lengua, arañaba con mis dientes y le daba besitos que sabía que le provocaban cosquillas. Hasta que de pronto sentí la leche llenar mi boca y correr por mi garganta. 
-Dios... me encantas Erytheia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario